Por Carlos de la Rosa Vidal
A los dieciocho años establecí una frase de vida, un susurro a mi conciencia, un guion vital: «Llegar a dónde comenzó la búsqueda». Me pareció un viaje de aparente paradoja. Con el tiempo, intenté esclarecer la idea. Me revelé una breve respuesta. Sí, volvemos a donde empezó la búsqueda, pero jamás regresamos los mismos. Retornamos, aunque lejos físicamente de la partida, a nosotros mismos.
Somos esencialmente un viaje; aún sedentarios, no somos más que una marcha; aún inmóviles, somos un recorrido en el tiempo. El punto de partida avanza con el viajero, porque uno se traslada con memorias, recuerdos, historias. Sus negaciones, pavores, vergüenzas. Hasta con los fósiles que sustentan algunos aprendizajes. Alguno descubrirá que lo importante no es llegar, sino siempre partir. Que no sólo será la ocupación de una meta, sino la gloria cotidiana de vivir un ensueño, una utopía, un ocultamiento voluntario, un peregrinaje sin publicidad.
Observaremos a quien fuimos en las partidas. Con la iluminación de transitar con la búsqueda que establecimos. Miraremos con comprensión a quien, un tiempo atrás, partía por una calzada entre la incertidumbre y la esperanza. Daremos paso a la memoria en un turismo interior. El punto de llegada viajará con nosotros desde el inicio. El día en que llegamos, nos veremos en el día en que partimos.
Culmina el viaje, para pronto continuar. Despedimos a quien contemplaremos desde el futuro. Partir es siempre una despedida, de quien hoy somos. Esas despedidas son inevitables, irrevocables. Así acontezcan las peores desgracias sobre un individuo, ya no retorna a quien ha sido. Sobre el hombro, colgarán las insignias de viajes, experiencias, heridas, años. Los acumulados al portar el cometido en la respiración, en el trayecto por las estaciones; por la redención; por el encuentro con el propio héroe; en el descubrimiento de que somos nuestras víctimas.
Y en dónde se detenga la marcha, apreciaremos el punto de cualquier partida. Comprenderemos que somos una nostalgia que por fin retorna; o una esperanza que acaso se mantuvo indemne, juvenil; o una tragicomedia sin más condena, que fluye interminable hacia la muerte. Comprenderemos que somos devenir. Acaso llegaremos a dónde comenzó la búsqueda, sabiéndolo un proceso más. Acaso descubriremos que somos un viaje sin más propósito que rodar. Acaso descubriremos que la vida no sólo es llegar, sino siempre continuar, o sólo siempre partir.
– Carlos de la Rosa Vidal
29 de abril de 2019

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